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El nacimiento de Belén: La tradición navideña española que adquirió un toque mexicano con el musgo y el nopal

La representación del nacimiento de Jesucristo, conocida como Belén, Pesebre o Nacimiento, es una de las tradiciones cristianas más extendidas en los hogares. Aunque hoy la asociamos con la festividad decembrina, su origen se remonta a la Nochebuena de 1223, cuando San Francisco de Asís decidió recrear la escena en una cueva en Greccio, Italia, con personas reales y animales. Este acto buscaba acercar el misterio de la Natividad al pueblo, convirtiéndola en una escena tangible y emotiva, un elemento que rápidamente fue adoptado por la cultura popular.

La costumbre viajó por Europa y se consolidó en la Península Ibérica durante el siglo XV, donde el Belén se convirtió en una manifestación artística y religiosa fundamental1. A partir del siglo XVI, este rito se trasladó a América como una poderosa herramienta de evangelización, acompañando a las órdenes religiosas que llegaban al continente. Los frailes franciscanos, en particular, vieron en el Nacimiento una forma didáctica y visual de comunicar el nuevo dogma a las poblaciones indígenas.

De esta manera, la tradición de instalar la escena con sus protagonistas esenciales, Jesús, María, José, la mula y el buey, cruzó el Atlántico para echar raíces en la Nueva España. Esta migración no solo trajo consigo una creencia, sino que sentó las bases para que una práctica europea se fusionara con la sensibilidad, los materiales y la cosmovisión de un nuevo mundo, dando inicio a la tradición del Belenismo que hoy conocemos en México.

El sincretismo navideño en México


Al llegar al territorio virreinal, la tradición del Pesebre se encontró con un entorno cultural rico y una profunda conexión con la tierra. Las órdenes mendicantes, como los franciscanos, establecieron más de doscientos conventos a lo largo de la Nueva España. Su estrategia de evangelización implicó permitir una suerte de sincretismo donde los nuevos ritos se superpusieron a las costumbres prehispánicas, facilitando la conversión.

El Nacimiento se integró a las fiestas de la temporada, como Las Posadas, volviéndose un eje central de la vida comunitaria en los atrios y, posteriormente, en los hogares. Si en España las figuras eran a menudo importadas y costosas, en México la escena se popularizó gracias a la creatividad de los artesanos locales, quienes comenzaron a adaptar los personajes y el entorno a la flora y fauna de su región.

Este proceso de mexicanización transformó la escena, los reyes magos y pastores adoptaron vestimentas locales, y los elementos se hicieron más cercanos a la realidad de la gente. El Nacimiento dejó de ser una pieza solemne importada para convertirse en una expresión viva del arte popular y de la devoción familiar, un rito que se vive y se construye en vísperas del mes de diciembre con un profundo sentido de pertenencia.

La tradición, por tanto, se mantuvo fiel a la representación canónica de los protagonistas esenciales, pero abrió un espacio enorme para la imaginación. Los artesanos y las familias utilizaron su creatividad para montar un paisaje en el que convivían la historia sagrada con la cultura y los valores del mexicano.

El simbolismo del musgo, heno y el nopal


Una de las particularidades más notables del Belén mexicano es el uso extensivo de materiales naturales que dotan al paisaje de una textura única. El musgo, el heno y el aserrín pintado son elementos fundamentales para simular el campo. Sin embargo, su elección va más allá de lo decorativo. Estos materiales representan la humildad del lugar donde nació Jesús y la conexión directa con la naturaleza y la tierra.

En un país con una cosmovisión tan ligada al entorno natural, la incorporación de la flora local en el Pesebre tiene un significado profundo. Los artesanos mexicanos han llegado a utilizar una asombrosa variedad de recursos, desde barro, palma, chocolate de metate y madera, hasta hojalata, papel de china, vidrio, semilla de aguacate y elementos más efímeros como la flor de siempreviva o el totomoxtle.

Si bien el nopal no es un elemento universal en todos los nacimientos, su mención en el título actúa como una metáfora poderosa de la identidad nacional. El nopal, presente en el escudo patrio y emblema de la mexicanidad, simboliza la persistencia y la fuerza del territorio. Su inclusión en el paisaje, aunque sea simbólica, refuerza la idea de que la fe europea se ha injertado y florecido en suelo mexicano.

Esta elección de materiales perecederos y accesibles refuerza un valor cultural clave, la sencillez. El Nacimiento se convierte en un recordatorio anual de que lo más significativo no reside en el lujo, sino en la capacidad de transformar los elementos sencillos que nos regala la tierra en una escena de profunda fe y belleza.

Barro rojo y artesanía: Los soteno de Metepec


La transformación del Nacimiento en México debe mucho a los maestros artesanos que le dieron rostro y carácter local. Figuras de barro y cerámica con detalles propios de la indumenta y los rasgos mexicanos reemplazaron las piezas europeas, creando un mercado y una tradición artesanal única en el mundo.

Una de las familias que ha marcado este legado es la familia Soteno de Metepec, Estado de México, reconocida por sus impresionantes creaciones en barro rojo. Esta tradición alfarera ha pasado por al menos cuatro generaciones, utilizando el barro extraído de la región para dar vida a las figuras de la Natividad, desde las más pequeñas hasta piezas monumentales.

El trabajo de los Soteno y otros artesanos de Metepec ha trascendido por su detalle y su capacidad para imprimir un carácter mexicano a los personajes bíblicos. Sus Belenes se vuelven emblemas de arte popular. Sus obras, a veces a escala humana (de hasta 170 cm de alto), son piezas de colección que demuestran la maestría técnica y la sensibilidad cultural para contar la historia con un sello propio.

El rito familiar: Elementos esenciales y la creatividad del hogar


La instalación del Nacimiento es un rito que involucra a la familia en las semanas previas a la Navidad. Como bien se sabe, en el centro de la escena deben estar los elementos inamovibles, la Virgen María, San José, el niño Jesús (que se coloca hasta Nochebuena), la mula y el buey. Estos personajes constituyen el núcleo narrativo que se busca representar.

Más allá de este grupo central, es donde se desata la creatividad del hogar mexicano. Las familias se apoyan en elementos de bajo costo y gran impacto visual, como el papel para simular montañas, o pequeños puentes de cartón que cruzan ríos hechos con espejos o papel de aluminio. Los paisajes se pueblan con ovejas, pastores y pequeñas casas, creando un pueblo completo que rodea la cueva.

Esta libertad creativa, donde el gusto y la capacidad de cada familia se manifiestan, es parte del valor cultural del Nacimiento. Es un acto de alegría, de comunión y de transmisión de valores, un momento en que abuelos y padres enseñan a los niños a disponer las figuras y a entender el significado de cada elemento.

Una vez que el Belén ha cumplido su misión en la temporada, la tradición continúa con la llegada de los Reyes Magos en la la culminación de la Navidad, extendiendo el significado de la Natividad hasta el inicio del nuevo año. El Nacimiento mexicano es una hermosa evidencia de cómo una costumbre global puede arraigarse profundamente, adaptándose y enriqueciéndose con el espíritu y el arte de una nación.


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